martes, diciembre 09, 2008

Roma subrealista

La verdad es q después de semejante viaje, tan cargadísimo de anecdotas, nose por dónde empezar. Bueno si, creo q todo empezó la semana pasada cuando yo me quejaba del tren de vuelta de Florencia, y decía "A Roma, vamos en el tren Euro-Star, y así llegamos antes...", en fin, me comí mis palabras a la ida, y recomido (con rechochineo a la vuelta).

El billete q teníamos era Euro-Star, si, pero no habíamos reservado sitio. ¿La razón?, muy sencillo, nos habían explicado q por la noche los trenes van tan vacíos q los asientos se hacían cama, y se iba tan plácidamente (como se ve en la imagen). Cierto, pero eso era en la parte del tren q iba a la otra costa de Italia, porque a mitad de camino se desdoblaba. El tema es q entramos, tan agustito hicimos las camas, las tres chicas en un compartimento, los dos chicos en el de a lado, ¡q suertudos! (ah, bueno, el viaje lo he hecho con Laura, Dani, Escarlata y Romi, una chica q estudia con Dani, majisima), hasta q un minuto después... nos enteramos q se desdobla y nuestro vagón no era el de Roma.
Arriba, maletas en mano y a buscar sitio en la otra parte del tren, pero el tema no estaba fácil. De hecho, no había sitio en ningún lado, hasta q descubrimos a un viejo dormido panchamente, con otros cinco asientos libres! Era nuestro momento de suerte dentro de lo q cabía, eso sí, para q el tipo nos dejara sentarnos hubo q avisar a dos policías y q le obligaran a ceder los puestos. Nos sentamos, y el cachondo del tío no paraba de decir "a dormir...ssshh" y a continuación saltaba con alguna historia o algo y volvía a decir q silencio, ¡pero si sólo hablaba él! Por desgracia, al poco llegaron los q tenían reservado donde estabamos sentados, asi q... tercermundistamente, a pasar las 6 horas de viaje al pasillo, y así fuí, buscando mil y una posturas en un pasillo muy estrecho por el q pasaba gente. En fin, riendome de la situación absurda por no haber pagado 3€ de reserva de asiento.
Culo dormido, pero con ilusión, llegamos a Roma a la 6 de la mañana, aún de noche. Cojemos el metro y en un ti-ta al hotel, NH cuatro estrellas, en el centro de la ciudad. Prometía. Y no defraudó. Dejamos las maletas en el hotel, desayuno rico, y al Vaticano q estaba a lado. La verdad q una pasada, verlo a las 7 de la mañana, sin turistas, sólo los asistentes a una misa. El sitio es la cosa más rimbombante q uno se puede imaginar, por todos lados estatuas grandiosas, pinturas de la ostia... Y después el museo del Vaticano, interminable. De verdad q había un momento q pensaba q era una broma, y alguien estaba venga a poner edificios anexos y anexos para q nunca se acabase, pero eso lo hacía divertido.

Después de esto, y de la pena de no haber encontrado a JuanPa II embalsamado como pensabamos q estaba por algún lugar, fuimos hacia lo más tipico de Roma: la plaza de Venecia, las ruinas, el Coliseo... Todo acojonantemente impactacte, y ya lleno de gente, porque eran las 11-12. Y allí matamos el tiempo, viendo todo, flipando, y echandonos unas risas con tonterías. Eso sí, para las 4 de la tarde, estabamos tan muertos, q nos fuimos al hotel a una siestecilla de relax, q entre el tren y el turismo, buuff, muerte.

Y después vino el gran momentazo, el climax... bueno, realmente después vino la cena, pero cuando estabamos buscando un sitio para tomar algo y salir un ratillo, ahí apareció ante nuestros ojos una limusina Hummer blanca impoluta; y como no, nuestra tontería nos llevó a ir a preguntar cuanto costaba alquilarla. De la pregunta pasamos a intentar hacer fotos a escondidas, de ahí, a q el chófer nos dejara entrar a sacarnos una foto entre nosotros, luego él se ofreció a sacarnos otra foto mientras cambiaba las luces, la música; y entonces, música celestial en nuestro oídos "Si quereis os doy una vuelta gratis para q lo provéis", ¡No podíamos creerlo! Una vuelta por Roma, en un Hummer-limusina, de GRATIS, q costaba 800 eurazos la broma, y nosotros lo hacíamos free! Éxtasis en nuestros ojos, y el hombre arrancó uuaaaauuuhhhh! Tocándolo todo, comiendo de lo q había en la barra de bar del coche, y yo saludando por la ventana a la plebe de fuera (juasjuas, pringiiiis) mientras comía un helado tres-gustos (eso sí, yo en mi línea, acabé manchandole la limusina de helado). Irradiábamos tal alegria, q acabamos bautizandole al hombre como Dios y desvariando con el tema mil. Pero es q el tipo se portó. Y para celebrar nuestro goze, a por unos Sex on the Beach, eso sí hubo q pagar con tarjeta de crédito los 60 eurazos de las copas, ¡madre mía!
Domingo de madruge, desayuno guapo en el hotel, y a hacer un recorrido turístico a pata q venía señalizado en el mapa. Todo mercadillo, obras de arte arquitectónicas, y turístas, convinado con la tontería de mofa q llevabamos encima. Como cosa relevante, la fontana de Trevi, donde se hecha la moneda con el deseo; y la escalera de España. Muy cremas todo. Y mientras los demás se fueron a ver un museo de arte contemporáneo, Escarlata y yo, a comer crepes, dar una vuelta por la zona comercial de la ciudad, y a entrar a gorronear a una tienda donde daban comida y Limonchelo (bebida alcoholica tipica), más risas.

Por la noche, Laura, Escarlata y yo fuimos a cenar a un restaurante alemán, repetimos la experiencia del limonchelo, y la tontería nos invadió demasié, tanto q estas dos volvían cantando "Clavelitos", "Mi carro me lo robaron" y demás cánticos populares, traducidos simultáneamente al italiano, menudo show, la mofa.

Y el lunes, se planteaba como un día tranquilito, de visitar el barrio de Tratevere, callejear por sitios q no habiamos estado, y para las 5 de la tarde cojer el tren de vuelta, con reserva previa de asientos, y agusto. Pero, ¿cómo podíamos ser tan ingenuos de pensar q todo iba a salir bien? Hasta el momento de ir a por los billetes todo cojonudo, pero al llegar a la máquina... Oops, pero si no quedan sitios libres para el de las 5, ni para el siguiente, ni el anterior, ni los siguentes; para ¡Ninguno! Muertos de la desesperación incluso empezamos a hacer cuentas de cuanto nos saldría llamar a Dios para q nos lleve en Hummer, jeje, pero bueno, al final... tren sin asiento a las 22.00. Quedaba tantísimo para esa hora, q la única solución en mente era pillarse un pedo del copón, y viajar de "fiesta" en el tren para sobrellevar la desgracia. Al final no ha sido así, pero habria molado porque, cómo explicar el viaje de vuelta, de 10 horas de recorrido con trasbordo incluido. Y bueno, la ida hacia la estación, con la maleta, la cena en la mano, el cojín para el tren... a sido mundial porque teníamos q hacer cambio de metro, y para aprovechar el tiempo, hemos subido dos a por provisiones para la noche (10 hamburgers, patatillas, McFlu... en fin, groterías varias), y como tardabamos un poco en volver, Laura a salido a por nosotros justo cuando volvíamos, y justo cuando llegaba el último metro q podría acercarnos a la estación a cojer el tren. Y en el momento q ya sonaba el "pipipiiii" de cerrar las puertas, y descojonados de la risa-agónica despedíamos el metro, llega Laura como una aparición, y para dentro. Llegamos al andén, y repleto de gente, madre mia. Y lo peor, ver llegar el nuestro tren, q venía como si tuviera rumbo a un campo de concentración, con todo gente saliendo por la ventana porque no había sitio en ningún lado, nos teníamos q montar ahí, y hacernos hueco. Por suerte o por desgracia consegimos entrar, y nos hicimos con un habitáculo ducha q tenía el tren, tan grande como un armario pequeño, donde pusimos las maletas, y yo me senté a dormir encima, con una luz azul puticlub todo el rato q mataba, y el resto del tren a rebosar; niños de pie por ahí, maletas, señores gordos malolientes... y nadie se podía casi ni mover. A lo largo de las 10 horas de viaje, el panorama ha ido variando un poco, pero tampoco mucho, seguía siendo flipante ver algo así en un tren de un país como Italia en el siglo XXI.






Eso sí, como conclusión final, Roma es la ostia, una de las mejores ciudades q he visto, sino la mejor (siempre después de Bilbao, claaarooo), y el viaje en sí, me lo he pasado como un chabalin, de mofa.