Después de esto, y de la pena de no haber encontrado a JuanPa II embalsamado como pensabamos q estaba por algún lugar, fuimos hacia lo más tipico de Roma: la plaza de Venecia, las ruinas, el Coliseo... Todo acojonantemente impactacte, y ya lleno de gente, porque eran las 11-12. Y allí matamos el tiempo, viendo todo, flipando, y echandonos unas risas con tonterías. Eso sí, para las 4 de la tarde, estabamos tan muertos, q nos fuimos al hotel a una siestecilla de relax, q entre el tren y el turismo, buuff, muerte.
Y después vino el gran momentazo, el climax... bueno, realmente después vino la cena, pero cuando estabamos buscando un sitio para tomar algo y salir un ratillo, ahí apareció ante nuestros ojos una limusina Hummer blanca impoluta; y como no, nuestra tontería nos llevó a ir a preguntar cuanto costaba alquilarla. De la pregunta pasamos a intentar hacer fotos a escondidas, de ahí, a q el chófer nos dejara entrar a sacarnos una foto entre nosotros, luego él se ofreció a sacarnos otra foto mientras cambiaba las luces, la música; y entonces, música celestial en nuestro oídos "Si quereis os doy una vuelta gratis para q lo provéis", ¡No podíamos creerlo! Una vuelta por Roma, en un Hummer-limusina, de GRATIS, q costaba 800 eurazos la broma, y nosotros lo hacíamos free! Éxtasis en nuestros ojos, y el hombre arrancó uuaaaauuuhhhh! Tocándolo todo, comiendo de lo q había en la barra de bar del coche, y yo saludando por la ventana a la plebe de fuera (juasjuas, pringiiiis) mientras comía un helado tres-gustos (eso sí, yo en mi línea, acabé manchandole la limusina de helado). Irradiábamos tal alegria, q acabamos bautizandole al hombre como Dios y desvariando con el tema mil. Pero es q el tipo se portó. Y para celebrar nuestro goze, a por unos Sex on the Beach, eso sí hubo q pagar con tarjeta de crédito los 60 eurazos de las copas, ¡madre mía!
Domingo de madruge, desayuno guapo en el hotel, y a hacer un recorrido turístico a pata q venía señalizado en el mapa. Todo mercadillo, obras de arte arquitectónicas, y turístas, convinado con la tontería de mofa q llevabamos encima. Como cosa relevante, la fontana de Trevi, donde se hecha la moneda con el deseo; y la escalera de España. Muy cremas todo. Y mientras los demás se fueron a ver un museo de arte contemporáneo, Escarlata y yo, a comer crepes, dar una vuelta por la zona comercial de la ciudad, y a entrar a gorronear a una tienda donde daban comida y Limonchelo (bebida alcoholica tipica), más risas.
Y el lunes, se planteaba como un día tranquilito, de visitar el barrio de Tratevere, callejear por sitios q no habiamos estado, y para las 5 de la tarde cojer el tren de vuelta, con reserva previa de asientos, y agusto. Pero, ¿cómo podíamos ser tan ingenuos de pensar q todo iba a salir bien? Hasta el momento de ir a por los billetes todo cojonudo, pero al llegar a la máquina... Oops, pero si no quedan sitios libres para el de las 5, ni para el siguiente, ni el anterior, ni los siguentes; para ¡Ninguno! Muertos de la desesperación incluso empezamos a hacer cuentas de cuanto nos saldría llamar a Dios para q nos lleve en Hummer, jeje, pero bueno, al final... tren sin asiento a las 22.00. Quedaba tantísimo para esa hora, q la única solución en mente era pillarse un pedo del copón, y viajar de "fiesta" en el tren para sobrellevar la desgracia. Al final no ha sido así, pero habria molado porque, cómo explicar el viaje de vuelta, de 10 horas de recorrido con trasbordo incluido. Y bueno, la ida hacia la estación, con la maleta, la cena en la mano, el cojín para el tren... a sido mundial porque teníamos q hacer cambio de metro, y para aprovechar el tiempo, hemos subido dos a por provisiones para la noche (10 hamburgers, patatillas, McFlu... en fin, groterías varias), y como tardabamos un poco en volver, Laura a salido a por nosotros justo cuando volvíamos, y justo cuando llegaba el último metro q podría acercarnos a la estación a cojer el tren. Y en el momento q ya sonaba el "pipipiiii" de cerrar las puertas, y descojonados de la risa-agónica despedíamos el metro, llega Laura como una aparición, y para dentro. Llegamos al andén, y repleto de gente, madre mia. Y lo peor, ver llegar el nuestro tren, q venía como si tuviera rumbo a un campo de concentración, con todo gente saliendo por la ventana porque no había sitio en ningún lado, nos teníamos q montar ahí, y hacernos hueco. Por suerte o por desgracia consegimos entrar, y nos hicimos con un habitáculo ducha q tenía el tren, tan grande como un armario pequeño, donde pusimos las maletas, y yo me senté a dormir encima, con una luz azul puticlub todo el rato q mataba, y el resto del tren a rebosar; niños de pie por ahí, maletas, señores gordos malolientes... y nadie se podía casi ni mover. A lo largo de las 10 horas de viaje, el panorama ha ido variando un poco, pero tampoco mucho, seguía siendo flipante ver algo así en un tren de un país como Italia en el siglo XXI.

Eso sí, como conclusión final, Roma es la ostia, una de las mejores ciudades q he visto, sino la mejor (siempre después de Bilbao, claaarooo), y el viaje en sí, me lo he pasado como un chabalin, de mofa.